10 DÍAS EN INDIA

Del 19 al 29 de marzo de 2008

Namaste es 'Hola'. Namaste es 'Adiós'. India acoge y despide con la misma palabra en los labios porque, en realidad, no hay despedida. Una vez que has respirado este país ya no hay forma de decir adiós definitivamente. Te lo llevas impregnado en la ropa, en el recuerdo y también en el espíritu.
(NOTA - La traducción literal de Namaste es, "El alma dentro de mí saluda al alma dentro de ti.")


  • DÍA 9: Khajuraho - Benarés
  • DÍA 10: Benarés - Delhi
  • DÍA 11: Delhi - Amsterdam - Madrid
  • Las escenas cotidianas




  • DÍA 1 - DE MADRID A DELHI

    Desde Madrid, volamos a India con KLM haciendo escala en Amsterdam. El vuelo desde Madrid a Amsterdam dura unas 3 horas y el de Amsterdam a Delhi, sobre las 8 horas. En la sala de embarque del aeropuerto de Schiphol vemos los primeros turbantes y los primeros saris, que llaman poderosamente nuestra atención.
    Lo que más recuerdo de los vuelos es lo ajustado del tamaño de las plazas de los aviones y el frío que hacía.
    Llegamos al aeropuerto Indira Gandhi de Delhi de noche, cansados del viaje pero, a la vez, expectantes por todo lo que nos vamos a encontrar que, esa primera noche, no es mucho. Lo primero que llama la atención es la precariedad del aeropuerto en obras, a la vista inadecuado para la capital de un país en el que viven más de 1000 millones de personas. Recogemos el equipaje, que afortunadamente ha llegado íntegro, y salimos buscando a los guías, que nos esperan con el cartel de 'Indoriente' bien visible. Nos dividen en dos grupos, cada uno con su correspondiente autobús y su guía. El nuestro se llama Nahendra.
    De aquellos primeros minutos de llegada me queda la sensación de decir 'La India. Al fin estoy aquí.', el calor (venimos del invierno a los 38 o 40 grados de máxima), la aglomeración de gente y vehículos, y el autobús, aparentemente antiguo.
    Por un momento nos tememos que los ventiladores de aspas que hay a ambos lados, sean lo que en el folleto llaman 'aire acondicionado', pero afortunadamente no es así. Llegamos al hotel The Park y descansamos de un día viajero, dispuestos a recuperar fuerzas para disfrutar en unas pocas horas nuestro primer día en la India.



    DÍA 2 - DELHI

    Amanece un día soleado que augura luz y calor, aunque calimoso también quizá debido a la contaminación de esta ciudad tan poblada. Desde el hotel se ve el Jantar Mantar, con sus construcciones de color salmón que es uno de los observatorios astronómicos del marajá Jai Singh II. No visitaremos este observatorio en Delhi pero sí otro similar que hay en Jaipur, dentro de unos días.
    En el autobús llegamos a la Vieja Delhi tomando por el camino el primer contacto a plena luz con la calle, la gente, las casas, el tráfico... y faltan calificativos para definir el contraste de esta sociedad con la nuestra, porque todo nos llama poderosamente la atención. Nos chocan los vehículos, que algunos parecen de juguete como los primeros autorickshaws que vemos, pequeñas furgonetillas verdes y amarillas que se entremezclan con las bicicletas, motos, coches, personas, vacas y otros obstáculos y animales. Nos extrañan sus ropas, las mujeres tan coloridas
    con sus saris, tan bien colocados y elegantes, otras totalmente de negro y con el rostro tapado, las musulmanas. Nos sorprenden las tiendas y puestos, todo abierto a la calle, o en la misma calle, y es como retroceder cientos de años a algún tiempo que intuimos pero que ni siquiera recordamos.
    Harían falta más días para visitar Delhi pero sólo disponemos de uno que vamos a tratar de exprimir al máximo. Nos adentramos en un amasijo de callejuelas donde la gente y el tráfico se entremezclan sin conflicto aparente, hasta llegar a la Jama Masjid o Gran Mezquita Jama, la mayor de la India. Entramos por una de sus 3 entradas.
    En lo alto de la escalera y antes de traspasar el umbral, hay que descalzarse y dejar los zapatos allí hasta la salida. Se trata de un recinto sagrado y no hay que introducir impurezas. Nada más entrar nos encontramos con un enorme patio con capacidad para 25.000 personas. Llaman la atención sus enormes cúpulas de mármol blanco y los dos minaretes de 40 m de altura. En su construcción, además del mármol blanco, se ha utilizado también la arenisca roja.
    En el patio podemos ver la fuente y el estanque para realizar las abluciones. Desde una de las arcadas se divisa a lo lejos la muralla del Fuerte Rojo (Lal Qila), que se extienden a lo largo de 2 km y que no vamos a visitar. Dentro de unos días, visitaremos otro Fuerte Rojo, en Agra.
    Volvemos al autobús para dirigirnos a nuestra siguiente visita: el Raj Ghat, situado al sur del Fuerte Rojo y a orillas del río Yamuna, el memorial en recuerdo del líder hindú Mahatma Gandhi.
    Podemos acceder a él bajo un arco, donde dejaremos el calzado que también debemos quitarnos antes de pasar, o por cualquiera de las rampas que hay a los lados, que nos llevan a un corredor que rodea la plataforma y que permite observarla desde lo alto. En este segundo caso, no hay que descalzarse. Pasando bajo el arco, un camino de piedras atraviesa el cuidado jardín donde el silencio, la lejanía del bullicio de las calles estrechas de la vieja Delhi y el respeto de los visitantes hacen que la paz se respire sin esfuerzo.
    A cielo abierto, podemos acercarnos al memorial situado en el centro del jardín. Es una losa de mármol negro en el lugar donde Gandhi fue incinerado tras su asesinato en 1948. No queda ningún resto del líder aquí, ya que siguiendo el rito hindú sus cenizas fueron arrojadas al río Ganges. En la cabecera del monumento oscila una llama eterna. Sobre la piedra, el epitafio recuerda sus últimas palabras antes de morir: "Hey Ram" (Oh, Señor).
    Desde aquí vamos al Gurdwara Bangla Sahib, el principal templo sij (o sikh) de la ciudad, reconocible por sus peculiares cúpulas doradas. Antes de entrar, nos llevan a una sala para turistas donde nos dan unos pañuelos naranjas con los que cubrirnos la cabeza. Puedes taparte también con tu pañuelo o chal, si lo llevas. Dejamos allí las zapatillas ya que hay que entrar totalmente descalzos, sin calzado ni calcetines.
    El templo, que en su origen fue palacio de un rajá, está construido totalmente en mármol blanco, incluido el suelo. En el edificio podemos ver algunos balcones donde la piedra ha sido maravillosamente trabajada. Más que de piedra, parecen de encaje.
    En el interior, sobre una mullida alfombra, los fieles veneran el altar central en el que se encuentra el Libro Sagrado. Éste es un objeto de especial relevancia, a la que se le da trato de persona. Reposa en un palanquín bajo una marquesina dorada de rica y abundante decoración.
    En el exterior hay un alto mástil de color naranja con un emblema sij en lo alto.
    Cerca hay un gran estanque. A su alrededor el suelo también es de mármol, pero aquí el blanco alterna con otros colores formando dibujos geométricos. Lo rodea un claustro de arcos y columnas.
    El octavo gurú sij, Gurú Har Krishan, residió en el palacio en 1664. Por entonces, había en la ciudad una epidemia de cólera. El gurú ayudó a los habitantes ofreciendo agua fresca del pozo de la casa. Desde entonces, se considera este agua como curativa y son muchos los peregrinos de todo el mundo que acuden al templo para llevar el agua milagrosa a sus hogares.
    Después de visitar un templo musulmán (la mezquita) y uno sij, aún nos queda por visitar un templo hindú. El elegido es Birla Mandir, o templo Birla, dedicado a Lakshmi Narayan, esposa de Visnú y diosa de la abundancia.
    Los Birla son una riquísima familia india que ha construido templos por todo el país. En algún lugar he leido que el motivo es la creencia de que seguirán prosperando mientras tengan algún templo en construcción. En Jaipur el guía nos mostró desde lejos otro templo Birla, ése en mármol blanco, aunque no lo visitamos.
    Es una pena que en el interior no permitan tomar fotos, ya que es muy bello. Al tratarse de un templo rico las imágenes de los dioses lucen costosas joyas y trajes que los cuidadores cambian a menudo. La única imágen que pude tomar fue del exterior, desde la calle.
    Después de visitar los tres templos, vamos a comer.
    Ya por la tarde, vamos al complejo Qutab, que fue la primera ciudad musulmana de Delhi. En este lugar había 27 templos hindúes y jainistas que los conquistadores musulmanes destruyeron, utilizando fragmentos de ellos y sus piedras para edificar, en su lugar, una mezquita, que con el tiempo fue ampliada varias veces. A la mezquita se añadieron, además, otros edificios anexos. Este bello complejo, hoy en ruinas, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
    Sobrevive en pie el Qutab Minar, o Torre de la Victoria, que con sus 72,5 metros es el minarete más alto del mundo. Consta de cinco pisos y está fabricado en ladrillos y mármol blanco. Su construcción la inició Qutb-ud-din-Aybak, el primer gobernante musulmán de Delhi, de quien procede su nombre, continuándose y concluyéndose en épocas posteriores.
    Dentro del complejo podemos ver las obras iniciadas para la construcción de otro minarete. Es el Alai Minar, que pretendía superar en altura y grandiosidad al Qutab Minar, pero quedó inconcluso.
    El complejo es un lugar tranquilo y agradable donde muchas familias van de pic nic o a pasar unas horas refugiándose del bullicio de Delhi.
    Escuchamos las explicaciones del guía protegiéndonos del fuerte sol bajo las ramas de las acacias.
    A nuestros pies las ardillas merodean sin asustarse de nuestra presencia.
    En las ruinas de la mezquita o de alguno de los edificios colindantes se observa el delicado trabajo de tallado en la piedra. Fabuloso también el patio de columnas.
    Y, ahora, una curiosidad: el Pilar de Hierro. Mide 7 metros y pesa unas 6 toneladas. Es la única pieza del antiguo templo hindú que permanece aún en pie y muestra el alto nivel de los herreros de la antigua India ya que, a pesar de sus 1600 años de antiguedad, no presenta ningún tipo de oxidación ni deterioro.
    Dejamos atrás el complejo y, desde el autobús, sin parar y sin bajarnos, vemos el Parlamento y otros edificios administrativos, ya en la Nueva Delhi. A continuación, concluimos las visitas del día y también de la ciudad acercándonos hasta la Puerta de la India, donde sí bajamos a estirar las piernas y a contemplar el monumento, asediados de nuevo por los muchos vendedores que se arremolinan alrededor del grupo queriendo vendernos las cosas más inverosímiles.
    El monumento se trata de un arco conmemorativo de 42 metros de altura en el que están inscritos los nombres de los cerca de 90.000 soldados del ejército indio fallecidos en diversas guerras.
    Está rodeada de jardines y césped y es una zona muy visitada a cualquier hora, cualquier día.
    Regresamos con el autobús al hotel The Park y hasta la hora de la cena localizamos un mercadillo cercano, una calle peatonal con puestos a los dos lados donde hacer las primeras compras del viaje.




    DÍAS 3 Y 4 - JAIPUR - SAMODE - JAIPUR
    Salimos muy pronto de Delhi en dirección a Jaipur. Sé que es mucho lo que dejamos atrás, pero los días son pocos y las maravillas muchas. Se podría pensar que a esas horas la ciudad va a estar desierta, pero nada más lejos de la realidad. En cualquier calle, en cualquier rincón, puede verse gente. Esto va a ser una constante en los diferentes lugares que visitaremos durante nuestro viaje.
    Ya nos advirtieron de que para hacer los aproximadamente 250 kms que separan Delhi de Jaipur se necesitan unas 4 o 5 horas pero este tiempo casi se multiplica por dos ante el monumental atasco que encontramos. Jamás he visto (ni creo que vuelva a ver) tantos camiones juntos en la carretera.
    En algún punto del trayecto ha debido de haber un accidente y el tráfico no es que vaya lento, es que está parado. Cuando rueda, lo hace muy lentamente. Si a esto sumamos que por esta autopista, la única vía de comunicación terrestre entre las dos ciudades, circulan todo tipo de vehículos incluidas motos, bicicletas, autorickshaws... etc y que, además, en cualquier momento pueden cruzarla personas o animales, se entiende que nuestro viaje se haga eterno. Para muestra, un botón:






    A pesar de la lentitud del autobús y de la cantidad de tiempo empleada, es un espectáculo observar cómo la vida de los indios transcurre a ambos lados de la carretera, son infinidad de escenas las que han quedado para siempre, de aquellas horas, en mi colección de fotos y en mi recuerdo.
    Por fin llegamos a Jaipur, capital del Rajastán, donde nos dirigimos directamente al Palacio de la Ciudad. En la entrada nos sorprenden unas vacas engalanadas que salen del palacio.
    Llama también nuestra atención un encantador de serpientes, el primero que vemos en este viaje, aunque después veremos algunos otros. El palacio (Chandra Mahal), magnífico de 7 pisos, se alza majestuoso rodeado de patios, jardines y otros edificios. Lo vemos a la derecha al atravesar uno de los primeros patios.La bandera de colores que ondea en lo alto es la enseña del marajá e indica que está en casa. Vive ahí junto a su mujer, su hija, su yerno y su nieto.
    Actualmente los marajás no tienen poder político, aunque sí económico y social. Este marajá actual es militar de profesión, ya jubilado, cuenta con 76 años actualmente. Durante 2 años trabajó en España como embajador de la India.
    En el centro de uno de los patios vemos la sala de las Audiencias Privadas (Diwan-i-Khas), con resplandeciente suelo de mármol.En ella podemos admirar dos enormes vasijas de plata, de 1,60 metros de altura cada una y 345 kilos de peso, que el marajá Sawai Madho Singh II utilizaba para llevar el agua sagrado del Ganges hasta Inglaterra, ya que no quería utilizar agua de otra procedencia para realizar sus ceremonias diarias. En cada una caben más de 4.000 litros de agua. Según nos dijo el guía, son los objetos más grandes fabricados en plata del mundo, teniendo su correspondiente record Guiness.En una de las paredes observamos un sol (otro distintivo del marajá) hecho con fusiles.En el centro de la Sala unos músicos ambientan el lugar. No sé si están ahí normalmente o si su presencia se debe al Holi Festival, que se celebra hoy y mañana (21 y 22 de marzo).
    Desde el patio Pitam Niwas Chowk tenemos una mejor perspectiva de la grandeza de este palacio.Destacan en el patio las cuatro puertas, maravillosas, impresionantemente decoradas, que representan las cuatro estaciones.Llamando la atención los bajorrelieves de la Puerta del Pavo Real. En muchos muros de las construcciones del palacio encontramos el mismo color rosa que veremos también por doquier en la ciudad y que le dieron el sobrenombre de La Ciudad Rosa. En 1876 el marajá Ram Singh hizo pintar toda la ciudad de este color, asociado a la hospitalidad, para dar la bienvenida al Principe de Gales, que más tarde sería el rey Eduardo VII. Desde entonces se ha mantenido la tradición.
    Actualmente ninguna ciudad en India es considerada Patrimonio de la Humanidad. Según nos cuenta el guía, las autoridades están realizando las gestiones oportunas para que esta sea la primera.
    Desde el Palacio de la Ciudad vamos hasta el Jantar Mantar, un observatorio astronómico muy parecido al que ya había visto en Delhi desde la ventana del hotel y que no visitamos. Éste sí lo vamos a visitar. El guía nos lleva a los diferentes instrumentos gigantes y nos explica el funcionamiento de los más sencillos. Este observatorio fue construido por el marajá Jai Singh, gran aficionado a la astronomía. Construyó 5 en total repartidos por la India, en Jaipur, Delhi, Varanasi, Ujjain y Muttra. Este último ya no existe. Las misteriosas esculturas se utilizaron como relojes de sol, para predecir eclipses, seguir la evolución del zodiaco, situar las estrellas en los hemisferios... etc.
    El reloj de sol permite calcular la hora con una aproximación de 20 segundos.
    Con lo largo que fue el viaje desde Delhi se nos ha hecho muy tarde para comer, pero en el
    hotel Clarks Amer aún nos esperan con su bufet, que nos permite reponer fuerzas. Algo más tarde, salimos de nuevo hacia el centro de Jaipur a realizar un paseo en rickshaw por el centro.
    Por el camino, desde el autobús, vemos otro templo Birla, construido en 1988 por la misma rica familia del que vimos en Delhi (Birla Mandir). Éste es en mármol blanco que resplandece bajo el sol y está dedicado al dios Vishnu y a la diosa Laxmi.
    El autobús nos deja en un parquecillo donde espera un grupo de rickshaws contratados por los guías. Montamos de dos en dos y nos dirigimos hacia el centro atravesando una de las puertas de la ciudad.




    Mil ojos no son suficientes para captar todas las escenas que dejamos atrás rápidamente tanto en la carretera como a los dos lados de ella. Algunas vacas descansan tumbadas ajenas a nosotros y al mundo que nos rodea.



    Y la gente, y el tráfico, como en cualquier otro lugar que visitamos en este viaje, llenándolo todo, con el sonido y el color inconfundible de este país que no deja de sorprendernos.




    Terminamos el paseo en unas calles llenas de tiendecitas bajo soportales rosas, que recorremos paseando hasta la hora de volver al hotel ya de noche. Después de cenar visitamos el pub de la terraza en el último piso. Muy agradable para terminar el día.
    El día siguiente es Holi. Los monumentos están cerrados y no podemos hacer visitas por la mañana. En esta fiesta hindú se celebra la llegada de la época de recogida de las cosechas.
    Las familias se reúnen y se lanzan o untan polvos de mil colores así como agua tintada. Estos colores representan el florecer de los campos. Holi se celebra en un día diferente cada año, ya que coincide con la luna llena de marzo, por lo que no tiene día fijo. Ya íbamos avisados de que, como íbamos a poder celebrarla allí, lleváramos alguna ropa vieja que no nos importara manchar o echar a perder.
    Cruzando la calle que hay enfrente del hotel vamos a una zona residencial bastante tranquila de casitas bajas. Una familia muy amable nos invita a acercarnos para compartir con ellos su alegría. Nos untan colores, nos fotografiamos con ellos y nos sacan unas bandejitas con dulces típicos de la época, que probamos y agradecemos.
    Otra familia que va en su moto, con dos niños pequeños, se detienen. La mujer se baja con su bolsita de polvos de colores en la mano y nos pregunta amablemente si queremos que nos unte.
    Algo parecido sucede más adelante con otra familia en la que los niños también comparten su fiesta con nosotros.
    Son muchas las escenas coloridas de este día especial. Hay algunas otras en la sección de escenas cotidianas.
    Después de disfrutar unas horas de la fiesta, nos ponemos en marcha hacia Samode, en cuyo palacio vamos a comer hoy.


    SAMODE


    Atravesamos el pueblo en el autobús, que nos lleva hasta el mismo palacio. Al pasar frente a las casas vemos algunas con bonitos portales y otros no tan bonitos y más descuidados.
    El palacio, de 400 años de antiguedad, fue convertido en hotel de lujo en 1985. Nos cuenta el guía que muchas familias que han ido heredando estos palacios han optado por esta solución para hacer posible su costoso mantenimiento. El hotel fue restaurado y se yergue radiante en lo alto de una colina.
    En el camino hacia el comedor pasamos por varios patios. En uno de ellos hay una agradable terraza de cafetería.
    Como salido de las Mil y una noches, es una muestra del lujo, el refinamiento, las manos de los artistas que lo trabajaron, el buen gusto de quien lo diseñó, el capricho de quien lo mandó construir. ¡Qué distinto a nuestros palacios. ¡Y qué maravilla!
    En uno de los saloncitos nos quedamos boquiabiertos ante unos muebles con base de platao.
    El colorido de paredes y techos cambia rápidamente de una habitación a otra, de una pared a otra. Los azules y verdes dan paso a rojos y granates. Luego, los turquesas y otras gamas de azules, sin dejar los ocres y amarillos...
    Me gusta recrearme en los detalles y en los colores de este palacio porque, de los que visitamos el interior, es el que se encuentra en mejor estado y me permitirá imaginar más adelante cómo eran aquellos otros deteriorados por el paso del tiempo y la falta de cuidados, donde el lujo ha desaparecido pero la elegancia y el misterio de tiempos mejores aún se mantiene.

    A continuación, una panorámica del fastuoso comedor donde tuvimos la comida.





    Desde el comedor unas puertas acristaladas dan paso a una elegante galería cubierta con sofás y largos cortinones que el viento agita. A los lados se alzan las altas paredes del palacio con infinidad de arcos y ventanas. Árboles y otras plantas rodean la piscina vacía en el centro del patio y áridas montañas se alzan protegiendo este oasis de lujo y elegancia.
    Dejamos atrás el palacio y atravesamos de nuevo el pueblo de Samode.
    Antes de regresar al hotel, los guías nos llevan en Jaipur a una tienda de textiles: algodones estampados y alfombras. Primero nos explican la técnica que utilizan.
    Después nos muestran los productos ya terminados.
    Tras hacer algunas compras regresamos al hotel donde cenamos y nos relajamos después del ajetreo del día tomando una copa en la estupenda terraza en el último piso del edificio. Muy agradable y animada, al aire libre bajo las estrellas del cálido cielo indio.



    DÍA 5 - JAIPUR - AMBER - FATEHPUR SIKRI - AGRA

    Antes de dejar Jaipur visitamos el Hawa Mahal o Palacio de los Vientos en la misma ciudad. Se trata de una hermosísima fachada de cinco pisos de estilo rajput en rosa piedra caliza con innumerables celosías que se utilizaba para que las damas de la Corte pudieran contemplar los desfiles de la avenida y la vida del bazar sin ser ellas vistas. No sé si se puede visitar el interior, pero no lo hacemos.
    Enseguida nos ponemos en marcha hacia Amber, a 11 kilómetros.

    AMBER
    Nada más bajar del autobús, impresiona la majestuosidad y el tamaño de la fortaleza. El color amarillento de la piedra se mimetiza con el tono parecido de la montaña. Amber fue capital del Rajastán antes que Jaipur. La construcción del fuerte fue iniciada en 1592 por encargo del marajá Man Singh. Más tarde fue ampliado por Jai Singh I y Jai Singh II.
    Llaman la atención los elefantes, esperando para subir a los viajeros en lenta procesión por las rampas de acceso. Cada uno de ellos lleva encima una especie de plataforma a modo de silla en la que después nos acomodaremos de dos en dos.
    Aunque es bastante pronto, en la base de la colina ya hay gente haciendo cola para subir. El guía nos contó que los elefantes no están subiendo todo el día, sino que tienen un tiempo limitado de trabajo. Cuando hacen el cupo, dejan de llevar gente y la forma alternativa sería subir en jeeps, que sin duda es más rápido pero mucho menos exótico. Hemos ido prontito para poder subir en elefante. No tenemos mucha espera pero a medida que avanzan los minutos la cola se va haciendo cada vez más y más larga detrás de nosotros.
    Además de la espera y el estar de pie, son dos los motivos que nos hacen desear avanzar lo más posible. Uno es el calor. A pesar de ser marzo y temprano, el sol no perdona en estas latitudes. El segundo, siempre incansable y omnipresente, son los vendedores. Encima aquí no hay escapatoria.
    Después de la espera, vemos subir los primeros elefantes perezosamente por las rampas y, a esos, les van siguiendo el resto. A punto de subir en uno de ellos, siento el impulso de echarme atrás, tan cerca impresiona su tamaño gigante, pero ya es tarde. De repente estamos sentados en una especie de palanquín sobre el lomo del elefante, que se bambolea a cada paso. Me faltan manos para hacer fotos y, a la vez, sujetarme a las barras de la plataforma en la que estamos sentados.
    El trayecto dura entre 10 y 15 minutos. Los elefantes que suben llevan gente en su lomo. Los que bajan, vuelven de vacío.





    Durante la subida podemos ver que algunos hombres nos hacen fotos que más tarde intentarán vendernos. Si tienes interés en comprarles la foto, no hace falta que les busques, ellos te encontrarán.
    El recorrido termina en una plaza dentro del palacio, donde bajamos de los elefantes iniciando el recorrido a pie dentro del palacio. No hay ninguna dificultad en la bajada. El elefante se detiene junto a una plataforma elevada, que queda a nuestra altura. Después, llegamos a la plaza por unas escaleras.
    Atravesamos la entrada principal después de contemplarla maravillados por su generosa y colorida decoración de motivos florales. Sobre la puerta nos recibe Ganesh, el dios-elefante.
    A los lados y encima, los ventanales con sus celosías permiten observar discretamente a los que llegan al palacio.
    Este palacio o conjunto de palacios se encuentran a su vez dentro de otro fuerte militar, de muros rojos, que se alzan sobre nosotros en la montaña, protegiendo todo el valle y el lago Maotha, haciendo de este lugar una ubicación inexpugnable.
    Nos detenemos en una de las salas de audiencias. Las argollas en el techo son para colgar las lámparas. No cuesta trabajo imaginar la calidez y el lujo que habrán vestido en otros tiempos estas salas en forma de lámparas, cortinas, muebles y alfombras. Aún mostrándose desnudas ahora las columnas, conservan su riqueza y elegancia.
    Desde el fuerte vemos enfrente las murallas del fuerte militar y, abajo, unos jardines que deberían estar rodeados de agua, pero la sequía nos roba esa imagen. Pequeños elefantes tallados en piedra adornan algunos rincones de la Sala.
    Encontramos el paso cortado a la fantástica Sala de la Victoria o Jai Mandir pero tenemos la suerte de poder contemplar bastante desde el exterior. Tanto el techo como las paredes se hayan enteramente decorados con motivos en los que hay espejitos incrustados. Por la noche esta sala se iluminaba con velas y los espejos convexos relucían como estrellas. Por otra parte, cuentan que una sola vela era suficiente paa iluminarla, ya que se reflejaba en ellos y se multiplicaba hasta llenar toda la estancia. Bonito, ¿eh?
    Al observar más de cerca las paredes, es evidente el deterioro (el tiempo no perdona), pero no consigue restarle belleza ni magnificencia.
    Terminada la visita, la bajada desde el fuerte la hacemos en jeep.
    En el camino de vuelta a Jaipur paramos frente al Palacio del Agua, Jal Mahal, edificado en medio del lago Man Sarobar. La vista es preciosa pero me pregunto qué sentido tiene edificar ahí esta maravilla para que el agua la estropee, con el deterioro que produce la humedad. Por lo visto, en invierno el lago se seca y puede llegarse andando al palacio durante varios meses. Intento buscar alguna foto con el lago seco para ver esos cuatro pisos que he leido que hay debajo, pero en todas las que encuentro el agua no deja ver qué oculta. Leo también que los marajás utilizaban este palacio para divertirse haciendo "tiro al pato". ¿Será posible?
    Seguimos ruta hacia Fatehpur Sikri. En el camino paramos en un bar en la carretera para tomar algo.
    Sobre el dintel hay un altarcillo ocupado por uno de los miles de dioses que veneran y adornado con guirnaldas de flores. Más adelante comprobaré que esto es algo muy habitual en comercios, hogares, camiones... etc.

    FATEHPUR SIKRI

    Después de unas horas de viaje llegamos a Fatehpur Sikri, la ciudad fantasma fortificada que fue efímera capital del imperio Mongol de 1571 a 1585 antes de que fuera abandonada por la escasez de agua.
    El palacio imperial lo forman una serie de pabellones de arenisca roja, bastante bien conservados, y una serie de amplios patios rectangulares unidos entre sí.
    Cada edificio tiene su propio diseño y su originalidad. Destacan el Diwan-i-Am o Sala de Audiencia Pública y el Diwan-i-Khas o sala de Audiencia Privada, que es un edificio cuadrado con un chattri (las típicas torrecitas indias) en cada esquina.
    Desde el exterior parece tener dos pisos pero, en el interior, vemos que hay una única sala que ocupa todo el edificio. En el centro hay una columna que se eleva hasta una altura equivalente a lo que sería el piso superior. Con una base ricamente adornada, sostiene una plataforma circular que se comunica con las cuatro esquinas del salón a través de unas pasarelas.
    En esta plataforma se situaba el emperador, de forma que todos pudieran verle y oirle.
    Otro edificio muy destacable es el Panch Mahal, donde estaban las habitaciones de las mujeres. Se trata de un pabellón de cinco pisos de forma que la superficie va disminuyendo de abajo a arriba, siendo el techo de cada piso una terraza donde se apoya el siguiente, hasta el último, formado por una sola estancia delimitada por cuatro columnas cubiertas por una cúpula.
    En los tiempos de esplendor de esta ciudad las salas no estaban tan abiertas, puesto que los espacios entre columnas estaban cubiertos por muros de celosía.
    Terminada la visita, seguimos ruta hasta el hotel Holiday Inn, en Agra.


    DÍA 6 - AGRA

    Hoy es un día emocionante. Vamos tomando contacto con la India y hemos visto algunas maravillas, pero hoy nos espera la más conocida de todas. El Taj Mahal.
    Pasamos un control de seguridad, los hombres en una fila, las mujeres en otra. Y, seguidamente, nos dirigimos hacia el monumento, pero antes tendremos que atravesar una puerta de arenisca roja con inscripciones de versículos del Corán situada al sur del patio.
    La atravesamos impacientes y, antes de salir al exterior, ya nos recibe el Taj Mahal.
    Pero es al salir fuera y acercarnos un poco más cuando su elegancia y tamaño nos sorprende. Elevado sobre una gran plataforma de mármol, por detrás de él sólo puede verse el cielo.
    Gente de todo el mundo acude a contemplar esta obra fantástica.
    Porque la belleza es universal. También el amor. También la muerte. Rabindranath Tagore vio en él "una lágrima en el rostro de la eternidad". Y, al contemplarlo, sólo me viene a la mente una palabra que casi nunca utilizo: "sublime".
    El guía nos cuenta que este mausoleo mongol fue construido por el emperador Sha Yahan recordando a su segunda mujer, Mumtaz Mahal, fallecida al dar a luz a su decimocuarto hijo en 1631. Se cuenta que el emperador sufrió tanto esta muerte que su pelo encaneció de la noche a la mañana. Las obras de construcción se iniciaron ese mismo año y no terminaron hasta 22 años después, en 1653. Fueron más de 20.000 personas las que trabajaron en el edificio.
    Los cuatro alminares decoran las cuatro esquinas de la plataforma. Podrían parecer ligeramente inclinados hacia afuera y no se sabe bien si es producto del paso del tiempo ó si ya fueron diseñados así desde el principio para que, en caso de terremoto, no cayeran sobre el mausoleo.
    Al acercarnos empezamos a distinguir las incrustaciones de piedras semipreciosas que lo decoran. Y más aún. Hasta tocarlo.
    En el interior hay palomas y la luz llega tamizada por una celosía de mármol.
    Y una cosa que me sorprende al entrar es el espacio. Había pensado encontrar un espacio mayor que el que hay. En el centro se encuentra el cenotafio de Mumtaz Mahal. A su lado, rompiendo la simetría de todo el conjunto, el cenotafio de Sha Yahan, separados en vida, ahora unidos eternamente.
    Lo que vemos es tan sólo un recuerdo. Las verdaderas tumbas están en una sala subterránea sellada bajo la cámara principal que no se puede visitar.
    Rodeamos el monumento en un tranquilo paseo y, en la parte de atrás, nos encontramos con el río Yamuna.
    A cada lado del Taj Mahal hay dos edificios idénticos en arenisca roja, parecidos a la puerta de entrada. Uno es una mezquita, importante lugar de concentración de los musulmanes de Agra. El otro fue construido para mantener la simetría y probablemente se utilizaba como alojamiento de los viajeros.
    Desde la plataforma elevada tenemos una magnífica perspectiva de los jardines ornamentales que recorrimos desde la puerta de entrada, y que ahora volvemos a recorrer en sentido inverso, sin evitar girar la vista varias veces, tristes por alejarnos de aquella maravilla, magnífico desde cualquiera de sus cuatro caras idénticas.
    A continuación visitamos una tienda donde trabajan el mármol con el mismo tipo de incrustaciones que hemos visto en el Taj. Hay tableros de mesas y otros objetos (todo carísimo) y aunque no compramos nada, sí nos sirve para hacernos una idea del trabajo realizado en el monumento.
    La siguiente visita es el Fuerte Rojo de Agra, a unos 2 km del Taj Mahal.
    La fortaleza fue construida entre 1565 y 1573 por Akbar, siendo ampliada posteriormente por sus descendientes, principalmente por el emperador Sha Yahan, que añadio algunos edificios en mármol blanco, su material preferido.
    Sus dobles murallas miden 20 m de altura y tienes un perímetro de 2,5 km.
    El único edificio que aún se conserva desde la época de Akbar es el Jahangir Mahal, en arenisca roja.
    Desde la fortaleza se divisa en la lejanía el Taj Mahal. Quizá fue ésta la imágen que el amante emperador Sha Yahan grabó en su retina cuando sus palacios de mármol blanco se convirtieron en prisión tras ser destronado por su hijo Aurangzeb en 1658.
    Para poder construir estos nuevos palacios, Sha Yahan mandó derruir algunos edificios construidos por Akbar en arenisca roja. Podemos ver un bonito jardín surcado por dos paseos perpendiculares de mármol con un estanque en su centro.
    Al fondo vemos el Khas Mahal (palacio privado). Construido en 1636. Lo forma una terraza con tres pabellones. El pabellón central es una estancia abierta limitada por arcos, de tejado plano y un chattri con cúpula de cobre en cada uno de sus extremos. Los dos pabellones laterales tienen techo curvo de cobre.
    En algunas zonas de los palacios vemos una decoración con incrustaciones de piedras semipreciosas, muy parecida a la del Taj Mahal.
    Me llama mucho la atención el sistema de "aire acondicionado" que tenían, a base de aire y agua. El agua fresco cae por una especie de rampa tallada desde donde fluye hacia el estanque refrescando el ambiente a su paso.
    Lo último que visitamos antes de dejar el Fuerte es el el Diwan-i-Am (Sala de Audiencia Pública), donde se celebraban las reuniones o asambleas públicas.
    En el muro del fondo, hay una zona donde se sentaba el emperador, ricamente decorada con incrustaciones de piedras semipreciosas.
    Por la tarde-noche, para rematar el día, intentamos dar un paseo por los alrededores del hotel Holiday Inn, pero es una auténtica odisea. Queremos cruzar la calle pero no hay manera. El tráfico, tanto de vehículos como de personas y animales, lo llena todo a un ritmo de vértigo. No hay semáforos y nadie se detiene.




    La táctica es lanzarse confiando en que los demás nos esquiven, pero ¿y si los cálculos fallan? Nos miran aún más sorprendidos que nosotros a ellos. Finalmente, desistimos de la aventura y regresamos a la seguridad del hotel. Mejor continuar el viaje ilesos.


    DÍA 7 - AGRA - GWALIOR - DATIA - ORCHHA

    Dejamos atrás Agra y nos despedimos de ella en el andén de la estación de tren camino de Gwalior.

    NOTA - Ahora que han pasado meses desde que hice este viaje y he hecho otros, he echado de menos en ellos la sorpresa continua que cualquier escena, por muy cotidiana que pareciera, en India me suscitaba. Nada es extraño y, a la vez, todo es diferente. Lo comprendemos y a la vez nos llama poderosamente la atención. Conservo mi colección de escenas cotidianas de India como un tesoro y cada fotografía refleja un instante del que no me quiero desprender. Porque cada segundo fue único, valioso, perfecto.

    Pero aún estamos en Agra ahora y hay que seguir el viaje hasta la próxima etapa: Gwalior. Llegamos con tiempo a la estación y los minutos de espera pasan volando atentos al ir y venir de viajeros y de la gente que vive en el andén o se gana allí la vida.
    Estos trenes que vemos aquí no son esos otros de las fotografías curiosas repletos de gente tanto dentro como fuera. Son, digamos, más "normales" o, mejor, más parecidos a los que estamos acostumbrados a ver en Europa.

    GWALIOR

    En Gwalior nos espera el autobús y nos lleva directamente al Fuerte, que se alza 100 metros por encima de la población, sobre una colina. Dentro del mismo, hay varias construcciones. Comenzamos la visita por el Palacio de Man Singh. Su decoración con coloridos mosaicos le proporcionaron el sobrenombre de Chit Mandir (Palacio Pintado).
    La llegada a la puerta principal de entrada al palacio se hace por una rampa con un giro de 180º para impedir que los elefantes puedan coger velocidad en la carrera de subida y derribarla. No en vano este fuerte era considerando uno de los más inexpugnables de toda India. ¡Y mira que hemos visto ya fuertes inexpugnables!
    Los azulejos esmaltados de la fachada representan bailarines cuyos colores y formas sobreviven tras casi 500 años. También hay frisos de patos y elefantes y de otros animales.
    En el interior del palacio de nuevo observamos el detallista trabajo en la piedra. con sus enrevesadas filigranas, que parecen de encaje. Todo cuidado, todo labrado, todo decorado. Hasta con dragones.
    Cerca de la muralla nos detenemos en los bellos Templos Sasbahu: el templo Suegra data de los siglos IX - XI. Está dedicado a Visnú.
    A estas alturas del viaje y después de todo lo visto hasta ahora, ya no debería sorprenderme la forma en que la piedra ha sido trabajada, pero aún me maravilla. ¡Qué artistas! y ¡qué paciencia!
    El templo Nuera es parecido en cuanto al estilo y edad, pero mucho más pequeño. Éste está dedicado a Siva.
    Desde lo alto divisamos Gwalior a los pies de la colina.
    En la bajada pasamos ante las esculturas talladas en la roca. En su mayor parte fueron esculpidas a medidados del siglo XV. Posteriormente fueron desfiguradas y castradas por el ejército musulmán, siendo luego restauradas.
    En algún lugar he leido que hay cerca de un centenar en las laderas del cerro donde el Fuerte está asentado. Cada una de ella tiene un número en su base.
    La número 20 tiene 17 metros de altura. Ante la imposibilidad de sacarla entera, me he conformado con la mitad.

    DATIA

    Después de comer en un hotel que nos pilla de camino, seguimos viaje hacia DATIA, a 69 kms de Gwalior. A primera hora de la tarde llegamos a este pueblecito de calles sin asfaltar y niños sonrientes y vivarachos que se arremolinan a nuestro alrededor. En lo alto de la colina se ve el Palacio Satkhanda Mahal que, en su época de máximo esplendor, debió de ser fabuloso, pero que ahora se encuentra bastante deteriorado.
    Impresiona su altura de 7 pisos y su tamaño. Fue construido por el Rajá Bir Singh Deo, de la dinastía de los Bundela.
    Nos cuenta el guía que el palacio está construido en ladrillos y piedra y que apenas hay nada de mármol aquí, ya que las canteras quedan muy lejos de este lugar. Los dibujos que vemos en techos y paredes, en estuco, son originales, recuperados tan sólo lavándolos con agua para quitar la capa de polvo y suciedad que el tiempo había dejado.
    Este hermoso colorido ha resistido el paso de más de cuatrocientos años.
    Infinidad de pisos se alzan sobre nosotros. Entre edificios y patios estos palacios parecen pequeñas ciudades. ¡Éste tiene 480 habitaciones!
    Y en sus rincones nunca falta una celosía para captar discretamente todo lo que entre estos muros sucede.
    Todos los palacios que hemos visitado en este viaje son valiosas joyas para las que a veces es difícil encontrar los adjetivos. Apena su deterioro pero esperanza saber que el Gobierno indio ahora empieza a preocuparse por su restauración.
    De todos los que he visto, si tengo que elegir uno, me quedo con éste de Datia. No tengo claro el motivo pero algo tiene que hace que lo recuerde de forma especial. Quizá sus pinturas, quizá su colorido, quizá su abandono, quizá su misterio, aunque todos ellos tienen algo de ese halo que fascina. El caso es que éste me pareció bello entre los bellos, majestusoso entre los majestuosos. Especial.
    Durante muchos años estuvo abandonado. Los niños del pueblo jugaban en su interior y los peregrinos de paso lo utilizaban para resguardarse. ¡Lo que habrán visto estas cúpulas!
    Terminada la visita a Datia, recorremos la calle principal de la aldea de regreso al autobús rodeados de niños.
    Y ponemos rumbo a Orcha, donde ya llegamos cansados y de noche al hotel Amar Mahal Heritage.
    En el hotel nos reciben con collares de flores frescas que se supone van a ahuyentar a los mosquitos.


    DÍA 8 - ORCHHA - KHAJURAHO

    En muchos sitos aparece también este lugar escrito con una sola H: ORCHA. Este nombre significa "Lugar Escondido" y fue capital de la dinastía de los Bundela durante los siglos XVI-XVII. Hoy es una pequeña y tranquila población de unos 8.000 habitantes por la que se puede pasear tranquilamente sin prisa ni agobios. Un oasis de alivio en esta ruidosa y dinámica India.
    Empezamos el día visitando el palacio Jehangir Mahal, que preside el complejo de palacios y templos bien conservados.
    Al acercarnos, los chattris del último piso se recortan contra el cielo. Una vaca descansa y ni se inmuta cuando pasamos a su lado.
    Iniciamos la visita en el Raj Mahal (Palacio del Rey).
    Este palacio está cerrado al público en su mayor parte. Su uso era únicamente como alojamiento para la familia real. Posee bellos frescos en el techo, y también en las pareces.
    El edificio tiene 5 pisos y en la parte superior (bajo los chattris) hay un paseo de vigilancia para los soldados.
    A continuación visitamos el Jahangir Mahal (Palacio Jahangir), magnífica construcción muy representativa de la arquitectura medieval islámica, con abundantes elementos de ambos estilos.
    Es el edificio más grande del complejo, con 236 habitaciones. 100 habitaciones en el piso bajo, para soldados y servicios, y 136 en los pisos intermedios y altos para los ministros, la Corte y la familia real. Desde lo alto divisamos las cúpulas de palacios y templos cercanos.
    Las cúpulas de este palacio son de estilo musulmán pero en lo alto llevan la flor de loto, que es parte de la arquitectura hindú. Y desde una de ellas un buitre nos vigila.
    En la puerta principal de entrada al palacio, justo debajo de la ventana, en pequeñito, que hay que esforzarse para verlo, nos saluda el dios Ganesh, el elefantito, el dios de la buena suerte, que ya nos ha dado la bienvenida en varios lugares de este viaje. Pronto tendremos que despedirnos de él.
    A cada lado de la puerta hay un elefante con la trompa hacia abajo, en señal de bienvenida, en este caso para dar la bienvenida a Jahangir. Uno de ellos lleva una campana y el otro lleva flores.
    Los elefantes con la trompa hacia arriba significan buena suerte.
    Junto al palacio llama nuestra atención un establo de camellos.
    Alrededor podemos ver también ruinas de otros edificios que fueron y no son.
    Finalizada la visita al palacio regresamos al pueblo de Orchha y recorremos sus calles y su mercado local de alimentos y artesanía. La mayoría de fotos de este recorrido están en las páginas de
    escenas cotidianas. Aquí hay un importante templo que es continuo lugar de peregrinaje. La afluencia
    de los peregrinos da vida a este lugar y a su mercado.
    Después de comer emprendemos viaje en autobús hacia Khajuraho, donde llegamos al anochecer. Nos alojamos en el
    hotel Radisson Jass 5*.
    Después de cenar, vamos dando un paseo hasta el pueblo, como a un kilómetro. Son agobiantes los vendedores aquí también, a pesar de que ya es tarde. Todos quieren meternos en sus tiendas de artesanía, plata y mil y un objetos. En la calle un grupo grande de gente están viendo al aire libre una película de la factoría Bollywood.


    DÍA 9 - KHAJURAHO - BENARÉS


    Por la mañana prontito, para evitar el fuerte calor del marzo indio, iniciamos la visita de los famosos templos, Patrimonio de la Humanidad. Fueron construidos por la dinastía Chandela entre los años 950 y 1050.
    Aún es un misterio por qué decidieron construir todos estos magníficos templos en este lugar, tan alejado de todo, pero sea cual fuere el motivo, lo cierto es que precisamente esa lejanía los preservó de los ataques del ejército musulmán que con toda probabilidad los habría destruido dada la enorme cantidad de figuras humanas y escenas eróticas que los adornan.
    Bajo la amenaza de los invasores, los Chandela buscaron refugio en sus fuertes y los templos fueron abandonados. La selva espesó a su alrededor y los ocultó al mundo, conservándolos. En 1838 el oficial británico T. S. Burt los encontró.
    Iniciamos la visita por el Grupo Occidental (o del Oeste), en el que se encuentran los más importantes.
    En primer lugar visitamos el templo Lakshmana, dedicado a Vishnú. El 90% de lo que vemos es original. En esta construcción un total de 5 templos comparten una misma plataforma: un templo grande en el centro y cuatro capillas en cada una de las esquinas. Los cinco templos representan cinco elementos: aire, tierra, fuego, cielo y agua.
    A la izquierda de éste vemos otro con bandera, que indican que el templo tiene culto actualmente.
    Los templos tienen su entrada orientada hacia el este porque en aquel tiempo no había electricidad y la gente acudía a ellos por la mañana para rezar, de esa forma a primera hora de la mañana la luz del sol entraba por la puerta iluminándolos.
    En lo alto de ésta podemos ver un arco artístico. A cada lado, un cocodrilo lanza por su boca agua del Ganges y los dos chorros se unen en el centro.
    Tiene una altura de 30 metros. El exterior del templo que dedica al mundo material mientras que el interior se reserva para el mundo espiritual.
    Vemos destacada una figura de Ganesh, hijo de Shiva, el dios de la buena suerte y la prosperidad. En esta imagen está bailando al son que los hombrecillos a cada lado de sus piernas tocan para él. Entre sus piernas, un ratón, su vehículo, que está bailando también.
    En frisos y columnas se representa cómo era la vida en la India hace un milenio: dioses y diosas, guerreros y músicos, animales reales y mitológicos. También se representan infinidad de escenas eróticas y del libro del Kamasutra. Kamasutra significa "el arte del amor" y considera que el sexo no es únicamente para la procreación sino para el placer también.
    Cada una de las figuras que decoran los templos tienen aproximadamente un metro de altura. Todas ellas tienen expresión en sus caras y la inclinación lateral consigue una airosa sensación de movimiento sobre la piedra lisa.
    Algunas zonas del templo se ven con un color negro. El motivo es que estos templos están hechos con piedra de arenisca y con la humedad del monzón adquieren este color. Cada cinco años los arqueólogos los limpian con amoniaco y agua eliminando así esta tonalidad.
    Una curiosidad: en el 90% de escenas de parejas que hay, la mujer aparece a la izquierda del hombre. El motivo es que en aquella época consideraban que la mujer estaba siempre muy cerca del corazón de su esposo. Vemos muchas escenas de sexo tántrico.
    Y varios balcones que los sacerdotes utilizaban para dar sus sermones. Ahora son los monos los que se han apropiado de ellos y cómodamente, desde allí, nos observan.
    Nos descalzamos para entrar en el templo. Dentro podemos ver una estatua de Vishnú que recibe luz del sol a todas las horas del día, desde su salida hasta el ocaso.
    A continuación visitamos el templo Kandariya, 2 metros más alto que el anterior y construido casi un siglo depués, entre 1025 y 1050.
    Originalmente, en la plataforma de este templo había también 4 capillas, si bien con el tiempo han desaparecido. Está dedicado a Shiva.
    Su arquitectura es muy similar al anterior. Lo mismo pasa con las figuras, aunque estas son más altas y estilizadas. Tiene un total de 872 estatuas (226 en el interior y 646 en el exterior), la mayor parte de 1 metro de altura.
    Visitamos algunos templo más y, después de un rato libre para pasear por el recinto, cogemos el autobús que, en pocos minutos, nos lleva hasta los templos del Este. Este grupo está compuesto de tres templos jainíes en el interior de un recinto vallado y por otros cuatro desperdigados por la ciudad vieja de Khajuraho (que no visitamos).
    Tanto la arquitectura como los motivos que los adornan son muy similares a los que hemos visto en el grupo del Oeste.
    Contemplamos la famosa figura del dios Vishnu con su esposa Lakshmi.
    Después de esta visita volvemos al hotel a recoger el equipaje y a comer para, a continuación, salir en avión hacia la siguiente y última etapa de nuestro viaje: Varanasi (Benarés), la ciudad santa.

    BENARÉS

    Llegamos sin contratiempos por la tarde-noche al aeropuerto de Varanasi (Benarés), la ciudad de Siva, uno de los lugares más sagrados de India. En el aeropuerto nos recoge un autobús que nos adentra en la ciudad, para dirigirnos directamente hacia el Ganges y ver la ceremonia que tiene lugar todos los días al atardecer en uno de los ghats (escalinatas) junto al río.
    Aunque ya nos vamos acostumbrando el tráfico de la India, este bullicioso país tan lleno de color y gente, aún hay lugar para la sorpresa cuando en estas calles la aglomeración de personas y vehículos se multiplica.
    Tomamos un rickshaw cada dos tirado por bibicleta para acercarnos lo más posible al embarcadero y, desde donde nos deja, andamos un rato entre gente y puestos hasta llegar a las barcas, ya que en esta zona los callejones son demasiado estrechos para que el tráfico circule.
    Subimos a la barca. Junto a nosotros viene una niñita que, por pocas rupias, nos ofrece unos platillos con vela y flores para dejar en el río en recuerdo de nuestros seres queridos. A nuestro alrededor el agua se llena de lucecitas que se mecen con la corriente .
    En el ghat Dasaswamedh tiene lugar la ceremonia "ganga aarti", de adoración al río. Se ofrece todos los días a la diosa Ganges en agradecimiento por que el día ha transcurrido bien. Hay mucha gente escuchando y viendo los cánticos y bailes desde las barcas.
    También son muchos los que están en los ghats. Sacerdotes brahmanes adoran los cinco elementos básicos del universo: aire, tierra, agua, fuego y espíritu.
    Se acompañan de lámparas de aceite encendidas, música, cánticos y luces.
    En el agua hay muchos mosquitos. Es conveniente aquí llevar un chal o un pañuelo para echarlo por encima y resgauardarse, además del antimosquitos, imprescindible.
    Por la mañana, en este mismo lugar, se hace otra ceremonia, ahora al dios Sol, para empezar un nuevo día. Es cuando la gente se baña en el río y hacen sus abluciones. Lo veremos mañana.
    Terminada la ceremonia, la barca nos lleva hacia el Manikarnika Ghat, el principal crematorio, considerado por los hindúes como uno de los lugares más propicios para ser incinerado. El guía nos advierte que en ese ghat no debemos tomar fotografías en señal de respeto. Pensé que esto iba a impresionarme pero lo único que se ve a lo lejos son las hambrientas llamas de las hogueras. Tampoco huele a nada desagradable. Es la madera que usan, así como otras hierbas, las que impiden que esto ocurra.
    Los cadáveres se queman junto al Ganges y sus cenizas son arrojadas al agua. La diosa Ganges, la madre Ganges. Estamos en el lugar más sagrado de la ciudad más sagrada.
    Son trasladados hasta el crematorio por los doms, una casta de intocables, en camillas de bambú cubiertas por una tela. Antes de la cremación, el cadáver se moja en el río. El montón de leña se apila en el ghat después de haberla pesado para calcular su precio. Se utilizan diferentes tipos de madera, variando el precio de unas a otras. La más cara es la de sándalo.
    Cansados tras las emociones de este día intenso, vamos hacia a nuesto hotel, también de la cadena Radisson, donde descansar las pocas horas que nos quedan hasta antes del amanecer.


    DÍA 10 - BENARÉS - DELHI

    Al día siguiente, salimos del hotel aún de noche y volvemos al mismo embarcadero donde estuvimos la noche anterior. Algunas personas duermen todavía tumbadas en el suelo, esperando a que se haga de día.
    Subimos de nuevo en barca frente a Man Mandir Ghat para hacer una travesía y recorrer los ghats.
    Éste era el del rajá Man Singh, construido en 1600, con restauraciones posteriores.
    A medida que aumenta la claridad, los ghats van cobrando vida. El silencio y la quietud de la oscuridad va dando paso a un incesante fluir de variopintos grupos de personas.
    Es aquí donde los peregrinos hindúes acuden a lavar todos sus pecados. Esta ciudad y este río son el corazón del universo hindú, el lugar de contacto entre el mundo físico y el espiritual, un río de salvación, un símbolo de esperanza constante para las generaciones pasadas, presentes y futuras.
    Frente al Prayag Ghat podemos ver muchas sombrillas. Son los puestos de los sacerdotes, bajo los que más tarde recibirán a sus clientes. La duración de la ceremonia irá en relación al dinero recibido.
    Llama nuestra atención el pintoresco Munshi Ghat.
    El río se convierte rambién (¿cómo no?) en un mercado flotante. Los vendedores ofrecen muchos artículos pequeños y manejables que pasan de barca a barca: collares, pegatinas, colgantes, pequeños recipientes para llevar agua del río... etc.
    Hombres y mujeres realizan sus ofrendas y sus abluciones, otros lavan la ropa golpeándola. En esta ciudad, en este lugar, los rituales de vida y muerte más íntimos se celebran en público.
    Y, un día más, el dios Sol ilumina con su fuerza todos los rincones, no sólo en la India, pero este amanecer nos recibe en el Ganges. Respiro hondo. Impresiona estar aquí.
    Las escalinatas se han ido llenando de gente que vemos desde el agua y que parecen no reparar en nuestra prsencia. Muchos de estos escalones quedan cubiertos cuando llega el monzón, pero ahora, en marzo, el nivel está relativamente bajo.
    Terminada la travesía, desembarcamos y recorremos los ghats paseando, prestando atención a tantas escenas diferentes que llaman nuestra atención, tan insólitas e impactantes como este país indescriptible.
    Aquí la gente no sólo acude para el baño ritual, sino también para rezar, hacer yoga, presentar ofrendas, comprar y vender, afeitarse, cortarse el pelo, mejorar el karma dando limosna a los mendigos o simplemente dejar el tiempo pasar. O quizá observar divertidos a los extraños turistas que invadimos sus calles, navegamos su río y curioseamos en sus vidas y costumbres.
    Este viaje está llegando a su fin. En cuanto dejemos Varanasi, ya estará prácticamente terminado. Y una buena forma de despedirlo es acudir al templo de la Madre India, donde podemos ver una maqueta en relieve del país que nos ha acogido durante estos días.
    Desde Varanasi volvemos a Delhi para coger el avión de regreso a Madrid vía Amsterdam.

    Adiós, India, hasta otra. Presiento que esta despedida no es para siempre.

    NAMASTE. El alma dentro de mí saluda al alma dentro de ti.

    2 comentarios:

    Anónimo dijo...

    Por tú frase final creo que te gustó la india verdad? vale la pena pegarse la jartada de horas de avión estrecho y frio? a mi siempre me ha llamado la atención ese pais, pero no se si algún día iré.
    saludos.
    me gusta tu blog
    Canaria.

    Victoria dijo...

    Hola. El viaje a la India me encantó. Personalmente me mereció mucho la pena y si por algo me gustaría no haberlo hecho es para poder hacerlo de nuevas y vivir de nuevo la sorpresa de la primera vez. Viajé con un grupo y, en general, puedo decirte que no deja a nadie indiferente. Hay quien vuelve encantado, como yo, y quien vuelve horrorizado. Si tú eres de unos o de otros, no lo sabrás hasta que estés allí. Y si te llama la atención el país, es un buen motivo para comprobarlo.

    Muchas gracias por tu comentario.

    Un saludo.