Elegante Washington

Ya descansados, nos levantamos en Nueva York con la ilusión de iniciar nuestro viaje por tierras americanas. Después de desayunar partimos hacia Washington y, a la luz del día y desde el autobús, tomamos contacto con la ciudad de los rascacielos y las pequeñas cosas que, aunque familiares a través de las películas, nos hace gracia ver que son reales y no parte de un decorado. Dentro de unos días ya no llamarán nuestra atención pero ahora es mucho lo que nos causa sorpresa: los omnipresentes taxis amarillos, los puestos de flores con variedades de infinitos colores, las cabinas de los camiones, las escaleras de incendios en el exterior de los edificios, los rascacielos, las bocas de agua… etc
Salimos de Manhattan bajo el río Hudson, por el Holland Tunnel, que nos lleva directos a Nueva Jersey. Son tres los estados que vamos a cruzar en los 370 kms que nos separan de Washington: Nueva Jersey, Delaware y Maryland.
Por el camino hacemos una parada en una cafetería de carretera para tomar algo y estirar las piernas. Tenemos un día precioso, de cielo completamente azul, sin una nube y una temperatura muy agradable. En Washington va a hacer calor.

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El sol aprieta cuando llegamos a Washington. Lo primero que llama la atención es el contraste con la esbelta Nueva York, al menos en la parte de la ciudad que nos recibe. Los edificios son bajitos, no se ven rascacielos y vemos muchos parques y árboles a nuestro paso. La gente va vestida como de verano, con manga corta o tirantes, también pantalones cortos y sandalias. Las terrazas están llenas.
La belleza y elegancia de los edificios nos indican que estamos llegando al centro y, de repente, tenemos antes nosotros la famosísima cúpula blanca del Capitolio. Inconfundible, rodeado de un parque muy verde donde los árboles están en plena floración. Se puede visitar por dentro pero en nuestra panorámica esta visita no está contemplada. Tendrá que ser en otra ocasión, porque tampoco vamos a tener tiempo libre. En lo alto de la cúpula destaca la estatua de bronce Freedom (Libertad) que, con sus 6 metros, da al edificio un altura total de 57.
Según los planes de edificabilidad de Washington ningún otro edificio de la ciudad puede superar esta altura.
Donde sí entramos es en la Biblioteca del Congreso. El vestíbulo principal es simplemente maravilloso, decorado con profusión de pinturas y esculturas que hacen mención continua al arte y al conocimiento. Visitamos también la Sala Principal de lectura, silenciosa y sobria. Preciosa. Y es principal porque es la primera, pero como ésta hay más de veinte en el edificio. Mejor dicho, en los edificios. Son varios los edificios que albergan los inmensos fondos de esta Biblioteca y están comunicados entre sí por túneles subterráneos con cintas transportadoras que llevan los libros u otros objetos (videos, revistas… etc) de un edificio a otro.
Después de esta primera toma de contacto con la ciudad, vamos a comer al Hotel Holiday Inn para, a continuación, seguir la visita.
En primer lugar, visitamos el Memorial de Guerra del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, más conocido como el Iwo Jima Memorial. La estatua, realizada en bronce por Felix de Weldon, reproduce la famosa fotografía de Joe Rosenthal “Alzando la bandera en Iwo Jima (Rasing the Flag on Iwo Jima)” en la que cinco marines y un médico alzan la bandera estadounidense en el monte Suribachi durante la batalla de Iwo Jima. La fotografía recibió un premio Pulitzer y es una de las fotografías bélicas más conocidas. Aunque fue tomada durante la Segunda Guerra Mundial, en este Memorial está dedicada al honor y a la memoria de los hombres del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos que han dado la vida por su país desde 1775. En el pedestal, de granito sueco, aparecen grabadas las guerras, junto con su fecha, en que este Cuerpo ha participado. Emocionante.
Desde este punto, en la lejanía, podemos ver alineados tres de los monumentos importantes en esta ciudad y en el país, los tres en blanco: el Capitolio, el obelisco en honor al presidente Washington y el edificio memorial de Lincoln, que más tarde visitaremos.
La siguiente etapa es el Cementerio Nacional de Arlington. Sobrecogedor. Aquí descansan caídos en combate y veteranos de todas las guerras así como sus esposas y algunos hijos. Las lápidas son todas iguales, blancas, pequeñas, sin ornamentos, perfectamente alineadas. El lugar inspira un gran respeto a la vez que una extraña paz.
Ocupa los que fueran terrenos del general Robert E. Lee. En lo alto de una colina todavía está en pie la casa del general, con un porche de robustas columnas de piedra. A sus pies, la tumba del presidente John Fitzgerald Keneddy (1917 – 1963) y de su esposa Jacqueline Bouvier Kennedy (1929 – 1994) acompañados de una llama eterna.
El cementerio está muy bien cuidado. Huele a césped recién cortado y por todas partes el verde de la hierba está salpicado de los distintos colores de las flores. Ser enterrado en Arlington es un honor y un privilegio reservado a los caídos en combate y a algunos otros pocos que cumplen los estrictos requisitos establecidos.
Desde aquí también se ve alzarse como una flecha el Obelisco, velando por el descanso eterno de los héroes y, más allá, la cúpula del Capitolio.
A continuación, visitamos el tercero de los monumentos en fila con los dos anteriores, el Lincoln Memorial, también blanco. Tiene forma de templo griego rodeado de 36 columnas, que representan los 36 estados de la Unión en tiempos de Lincoln. En su interior está la conocidísima estatua de Abraham Lincoln sentado, de 6 metros de altura. En este monumento han tenido lugar muchos discursos importantes, incluyendo el de Martin Luther King “Yo tengo un sueño”.
Delante tenemos la Piscina Reflectante y, más allá, el obelisco de Washington. Los últimos rayos de sol se reflejan en la piedra tiñéndola de dorado, que no consigue disimular los dos tonos de blanco en el mármol. Durante años la construcción del obelisco quedó detenida, reanudándose después pero ya no fue posible encontrar piedra del mismo tono exacto.
Seguidamente visitamos el Memorial a los Veteranos de Vietnam que consta de 3 elementos separados: primero hay una escultura de tres soldados que representan las distintas razas de los hombres que participaron en esta guerra. El segundo elemento es la pared conmemorativa (“The Wall”), el largo muro negro de granito pulido en el que están inscritos en letras doradas los nombres de los más de 58.000 fallecidos o desaparecidos en el combate en orden cronológico de fallecimiento o desaparición. La pared tiene forma de uve, una de las puntas se dirige hacia el memorial de Lincoln y la otra hacia el monumento a Washington.
Por último, un tercer elemento recuerda la participación de las mujeres. Todo el monumento, en conjunto, se encuentra en un parque, en Constitution Gardens, rodeado de árboles. Los visitantes lo recorren en silencio mientras algunas ardillas juegan en las ramas.
De paso hacia el centro de Washington, para ir a cenar, dejamos atrás Tidal Basin, un lago artificial comunicado con el río Potomac, alrededor del cual cientos de cerezos japoneses en flor no pueden estar más preciosos. Tenemos la suerte de llegar en plena floración y lo que vemos desde el autobús no es más que un pequeño aperitivo de lo que podremos disfrutar mañana.
La tarde languidece en la capital americana y el calor de la jornada se suaviza lentamente dejando una agradable temperatura que invita al paseo. Los principales monumentos se van iluminando a medida que la oscuridad gana la partida y cuando llegamos a la Casa Blanca ya es completamente de noche.
La negrura nocturna contrasta con la blancura intensa de la residencia del presidente Obama. Llegamos hasta la entrada principal, su cara menos conocida, en Pennsylvania Avenue. Esta calle está cortada al tráfico en previsión de atentados, pero los peatones podemos acercarnos sin problema hasta la verja. Nos cuenta la guía que en la planta baja hay salones para recepción de invitados, mientras que en la planta superior están las habitaciones de uso exclusivo del presidente y de su familia. Algunas de las ventanas de ese piso están iluminadas. ¿Quién habrá dentro?
Después de esta última visita del día nos vamos a cenar a uno de los restaurantes de Union Station, la estación principal de ferrocarril, hoy reconvertida a espacioso centro comercial. En su inmenso hall se celebra uno de los muchos bailes de celebración tras las elecciones presidenciales.
El día ha sido largo e intenso y, tras la cena, es hora de descansar. Dormimos como los ángeles en el Hotel Washington Four Points by Sheraton.

1 comentario:

Victoria dijo...

Hola, Daniel

Muchas gracias por compartir tu información sobre la ciudad. Seguramente le será útil a futuros viajeros.

Saludos