Capadocia: Ortahisar, Valle de los Palomares, Valle de los Monjes, Sinassos, Uchisar



Empezamos el día visitando un pueblo troglodita típico: Ortahisar. El centro histórico, la fortaleza antaño inexpugnable, se alza como un gigante agujereado sobre las casas más modernas.


Llovizna al bajar del autobús, afortunadamente es una lluvia muy fina que ni siquiera anima a sacar los paraguas. Hace fresquito, no en vano estamos en noviembre, pero afortunadamente no vamos a mojarnos en este viaje.

El gobierno turco hace años comenzó a expropiar estos centros históricos, para preservarlos pero también para garantizar la seguridad de los habitantes. Puede que sea una falsa impresión, pero la grieta de la derecha amenaza con que ese trozo pueda desplomarse a poco que el agua o el viento actúen sobre la roca tan blanda.


Al verlo desde la base, aún parece más alto.


A unos 500 metros, se alza otra fortaleza más pequeña, comunicada con ésta por un túnel subterráneo.
Callejeamos por la parte antigua sin tiempo para adentrarnos en la parte más moderna y observar el contraste.


A continuación, nos detenemos en el mirador del Valle de los Palomares (Güvercinlik Vadisi), llamado así por los numerosos palomares del siglo XVIII aquí enclavados.
A lo lejos, se alza imponente la inmensa fortaleza de Uchisar, que visitaremos al final del día.


En el mirador hay un árbol sin hojas de cuyas ramas cuelgan infinidad de ojos turcos. Me fijo en uno de ellos más grande y me lo traigo en foto como amuleto. En Turquía los vemos en todas partes, se supone que ahuyentan el mal de ojo. No es que yo crea mucho en estas cosas pero... nunca se sabe.


Justo frente al mirador, al otro lado de la carretera, hay una fábrica de joyas que también visitamos. Nos hablan de la turquesa, cuyo significado es "piedra turca", ya que de esta nacionalidad eran los primeros comerciantes que llevaron las gemas a Europa.


Tienen cosas bonitas pero a precios desorbitados que hay que rebajar a un precio aceptable a fuerza de regateo. Casualmente veo en una vitrina un reloj de Tommy Hilfiger exactamente igual al que llevo y, al preguntar el precio, me lo ofrecen a más del doble de lo que costó en España. Sinceramente, no creo que merezcan la pena estas visitas, pero no hay otra opción viajando en grupo organizado.
Finalmente terminamos en la tienda de joyas y proseguimos ruta. La próxima parada es en el Valle de los Monjes (Pasabag) o de las chimeneas gigantes, llamado así porque aquí moraban ermitaños. Algunas chimeneas de las hadas alcanzan una altura impresionante.


Con sus sombreritos de basalto, parecen artificiales.


Más que fruto de la erosión, parece como si un gigante caprichoso las hubiera moldeado con las manos y, a veces, perezoso, las hubiera dejado inacabadas.


De nuevo el hombre ha aprovechado estas moles y formas a lo largo de los siglos para cubrir sus necesidades y a su conveniencia, horadando habitáculos y galerías que, en ocasiones, pueden visitarse.


Después de esta curiosa visita, hoy vamos a comer una típica comida turca. Empezamos con unos entrantes variados y la ya conocida sopa de boda,


para seguir con un kebab cocinado a fuego lento en horno de leña y servido en cazuela de barro,


acompañado de cus cus y arroz blanco.


Después de comer, visitamos el pueblo de Mustafa Pasha (Sinassos), que fue habitado durante mucho tiempo por griegos, cuyo estilo ha quedado reflejado en los frentes de las casas construidas hasta 1923. En el siglo XVIII los comerciantes de Sinassos llegaron a ser muy ricos y dotaron al pueblo de una gran iglesia y muchas buenas casas.


Callejeamos por el pueblo en un rápido recorrido, sin tiempo para detenernos más porque aún tenemos que ir a Uchisar y queda poco para que el sol se ponga.


Llegamos a Uchisar entre dos luces. Es una pena no tener el tiempo necesario para internarnos en el gigantesco hormiguero horadado y subir hasta lo más alto, donde ondea la bandera turca.
Se puede llegar hasta arriba entrando en la mole, subiendo escaleras, recorriendo galerías. Los que consiguen subir dicen que la vista desde lo alto es impresionante y me pregunto si aún impresionará más que tener este inmenso pueblo troglodita a un tiro de piedra.


De todo lo que hemos visto en este viaje, son estas increíbles construcciones lo que más llama mi atención. No sólo porque la naturaleza se haya entretenido con infinito tiempo y tesón en dar forma exterior a la roca volcánica sino, sobre todo, por cómo el hombre ha sabido sacar provecho de esta circustancia, trabajando el interior de la toba, creando así sus viviendas, sus iglesias, sus establos, sus ciudades, sus fortalezas.

Rematamos el día con una velada folklórica (opcional, por 25 € por persona). Cenamos en el hotel y, después, vamos a un local donde nos amenizan con danzas típicas.


Sin que falte la sugerente danza del vientre.


Picamos unos aperitivos y hay barra libre de bebidas. Cuando termina el espectáculo es hora de baile. A gusto y pasándolo bien, bailamos hasata que llega la hora del cierre y regresamos al hotel a descansar, que ya va quedando poco viaje.




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