Desde Ellis Island hemos cogido el ferry en dirección a New Jersey. Allí nos recoge el autobús para llevarnos a Jersey Gardens, unos olutlets en ese estado. Es un centro comercial con más de 200 tiendas de marcas más o menos conocidas, se supone que a buen precio. Llegamos a la hora de comer y tomamos algo en uno de los restaurantes de comida rápida. Después recorremos algunas tiendas. En la que mejores precios encontramos es en la de Tommy Hilfiger. De los precios que recuerdo, los polos de caballero salían a unos 20 €. Son muchas las tiendas por visitar pero, por lo que vamos viendo, tampoco hay chollos ni está todo tan barato. A la hora acordada nos reunimos en el autobús para regresar a Nueva York.
Atardece cuando pisamos de nuevo Manhattan. Vamos a cenar en un restaurante italiano en el Pier 17. Es un antiguo muelle del puerto, hoy reconvertido en animada zona de ocio. Junto al agua, tenemos una bonita vista de dos de los puentes más conocidos, el Puente de Brooklyn, con sus arcos de piedra, en primer plano y, más allá, el puente de Manhattan, todo él en hierro. Después de cenar daremos un paseo, recomendado en todas las guías, por el de Brooklyn.
A la salida del restaurante, después de cenar, es completamente de noche. Los altos edificios del distrito financiero, en el sur de la isla, están muy iluminados considerando que son oficinas, la mayoría vacíos a estas horas. Sin embargo, por lo que nos contó el guía, la electricidad es muy barata aquí, ya que se produce en abundancia en la cercana región de los grandes lagos.
Hace una bonita noche, la temperatura es ideal y el paseo que vamos a dar por el puente es un regalo. El autobús nos lleva hasta el inicio de los carriles del puente, algo alejado del Pier 17, donde nos encontramos. Caminamos por la pasarela peatonal de madera situada en el centro, sobreelevada respecto a las laterales, más robustas, por las que circulan los coches.
La brisa nocturna trae un frescor que se agradece tras un día de calor intenso e inusual en estas fechas. Las luces recortan la siluetas de edificios, puentes, islas, estatuas... Un bello panorama de la ciudad que nunca duerme.
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Atardece cuando pisamos de nuevo Manhattan. Vamos a cenar en un restaurante italiano en el Pier 17. Es un antiguo muelle del puerto, hoy reconvertido en animada zona de ocio. Junto al agua, tenemos una bonita vista de dos de los puentes más conocidos, el Puente de Brooklyn, con sus arcos de piedra, en primer plano y, más allá, el puente de Manhattan, todo él en hierro. Después de cenar daremos un paseo, recomendado en todas las guías, por el de Brooklyn.
A la salida del restaurante, después de cenar, es completamente de noche. Los altos edificios del distrito financiero, en el sur de la isla, están muy iluminados considerando que son oficinas, la mayoría vacíos a estas horas. Sin embargo, por lo que nos contó el guía, la electricidad es muy barata aquí, ya que se produce en abundancia en la cercana región de los grandes lagos.
Hace una bonita noche, la temperatura es ideal y el paseo que vamos a dar por el puente es un regalo. El autobús nos lleva hasta el inicio de los carriles del puente, algo alejado del Pier 17, donde nos encontramos. Caminamos por la pasarela peatonal de madera situada en el centro, sobreelevada respecto a las laterales, más robustas, por las que circulan los coches.
La brisa nocturna trae un frescor que se agradece tras un día de calor intenso e inusual en estas fechas. Las luces recortan la siluetas de edificios, puentes, islas, estatuas... Un bello panorama de la ciudad que nunca duerme.
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