Es una suerte el tiempo maravilloso que estamos teniendo. Paraguas y gorros permanecen en las maletas y ojalá sigan ahí durante el resto del viaje.
A la puerta del hotel, esperando al autobús que nos va a llevar a Harlem para asistir a una Misa Gospel me doy cuenta de la bonita imagen que tenemos desde aquí del Edificio Chrysler. Personalmente, su cúspide con motivos art-decó me gusta más que la del Empire.
Como hemos sido muy puntuales y vamos bien de tiempo, pasamos frente al conocido Edificio de Naciones Unidas, donde bajamos unos instantes.
Frente a él, los mástiles de las banderas están vacíos, ya que es día festivo. Los días laborables ondean en ellos multicolores banderas de los países miembros.
A continuación nos dirigimos hacia la Southern Baptist Church (12 West 108th Street) donde acaba de empezar la Misa Gospel. En el piso de abajo están los fieles que acuden a su reunión religiosa. En la parte de arriba, estamos situados los turistas, a los que no nos permiten utilizar cámaras. Los fieles, muy arreglados como si fueran a una boda, celebran su rito como si nosotros no estuviéramos. Cantan, bailan, se agarran de las manos y nos asombran con unas voces maravillosas y un ritmo y una alegría a la que no estamos acostumbrados en nuestras celebraciones religiosas. La hora larga se nos pasa enseguida y, terminada la parte de cantos, dejamos la iglesia mientras los fieles aún continúan con sus rezos.
Estamos en pleno Harlem. La mayoría de gente que pasea por la calle es de color, vestidos de domingo. Ahora vamos hasta la fachada del Teatro Apollo, donde dieron sus primeros pasos artísticos grandes figuras como Aretha Franklin o Michael Jackson.
A continuación vamos a tomar el brunch a Sylvia’s (en el cruce de Malcolm X Boulevard con W 126 street). El brunch es una mezcla de desayuno y comida que se hace los domingos. Este establecimiento es muy popular. A los postres una pareja de cantantes negros nos cantan algunas de sus canciones y ofrecen después su DVD para la venta.
Seguidamente visitamos la inacabada Catedral de Saint John the Divine (San Juan el Divino) en Amsterdam Avenue con la calle 112, de techos increíblemente altos y luego, cerca de aquí, en la misma avenida con la calle 116 entramos en el campus de la Universidad de Columbia, una de las más antiguas y prestigiosas de Estados Unidos, donde estudió inglés Federico García Lorca durante su estancia en esta ciudad entre 1929 y 1930. Hay una fotografía del poeta en este campus, sentado en el pedestal de una escultura redonda. La escultura ha desaparecido, pero aún podemos sentarnos en el pedestal. Los estudiantes, celebrando el día caluroso y festivo, toman el sol tumbados en el césped o sentados en la escalinata que lleva hasta el elegante edificio de la Low Memorial Library, alrededor de la estatua “Alma Mater”.
Aprovechamos la tarde veraniega regresando a Central Park. Nos bajamos del autobús frente al edificio Dakota y cruzamos el ya conocido Strawberry Fields. También hay mucha gente hoy alrededor del mosaico Imagine, dedicado a John Lennon. Lo han adornado con flores, fresas y caramelitos de colores que forman el símbolo de la paz. Es increíble que con lo grande que es este parque, parezca estar lleno. Hay muchísima gente por todas las zonas por las que pasamos hasta llegar a la fuente y al lago. Unos patinan, otros corren, otros pasean, otros montan en bicicleta, otros duermen o descansan sobre la hierba, otros meriendan. Un chico toca el saxofón, otros le escuchan, otros reman en las barquitas del lago, otros toman fotografías, otros se besan. Los espectáculos callejeros se suceden. Todos los habitantes de Nueva York estos días parecemos habernos concentrado aquí.
Sin embargo, más tarde comprobamos que otras zonas de la ciudad parecen estar igualmente llenas.
Seguimos nuestra ruta en autobús. En el cruce de Central Park West con la calle 59, pasamos por Columbus Circle, junto a la Esfera del Globo Terráqueo frente a las altas torres de cristal del Warner Center, consideradas las nuevas torres gemelas. En la plaza muchos viandantes descansan sentados en bancos alrededor de la estuatua de Cristóbal Colón.
Vamos a visitar algunos escenarios de películas. Seguimos por Central Park South y en el cruce con la Quinta Avenida, vemos la famosa fachada del Hotel Plaza. Antes de llegar a la entrada principal pasamos frente al Bar The Oak Room, uno de esos bares con glamour y sabor que han llegado hasta nuestros días. Alfred Hitchcock lo inmortalizó en su película Con la muerte en los talones, con Cary Grant como protagonista. Vamos con prisa y no podemos entrar a saborer un café y el ambiente de entonces.
Rodeamos el edificio y pasamos frente a la entrada principal, que da a la Grand Army Plaza. La entrada es todo lo suntuosa que corresponde a un hotel de esta categoría. Porteros de librea dan la bienvenida a los distinguidos huéspedes. Sobre la entrada principal del hotel, se alza el edificio blanco, de 19 pisos.
En la plaza, rodeada de altos edificios, la fuente Pulitzer ofrece un remanso de paz. En lo alto de la fuente podemos ver a Pomona, la diosa romana de los huertos. El conjunto, donado por el editor Joseph Pulitzer, representa a la Abundancia.
Al otro lado de la Grand Army Plaza está la enorme juguetería FAO Schwarz y una tienda también muy grande de Apple, con colas estos días debido al lanzamiento de uno de los nuevos y esperados productos de esta marca.
Nos acercamos hasta el cruce de la Quinta Avenida con la 58 porque, muy cerca de allí, está el escáparate de la joyería Tiffany’s que miraba Audrey Hepburn en la película Desayuno con Diamantes. Hay tanta gente por las aceras que a duras penas conseguimos acercarnos para hacer a toda prisa la foto de rigor.
De regreso hacia el autobús, entramos unos instantes al vestíbulo del hotel Plaza, en blanco y dorado, con alto techo del que cuelga una luminosa araña de cristal, adornado con bonitos centros de flores frescas. Un poco más adentro, el lujoso comedor está preparado para recibir a los comensales. Se respira lujo y glamour en estas estancias.
Ya en el autobús, recorremos la Quinta Avenida hacia el sur, y nos bajamos en el número 1, en el comienzo de la calle. Muy cerca de aquí, al final de un pasaje de columnas blancas y techo verde, hay una estatua de Cervantes. El sitio no es feo, pero la llegada hasta él, con bolsas de basura y maquinaria de obras aparcada, no resulta apropiado para una figura literaria tan importante.
Justo en el comienzo de la Quinta Avenida está Washington Square, una bonita y animada plaza con un gran Arco de Triunfo.
El resto del día es libre, incluyendo la cena. El autobús va hacer una parada en Chinatown para, a continuación, dirigirse hacia el hotel. Nos quedamos en Chinatown, con idea de dar una vuelta por allí y, después, cenar por el barrio italiano. Enseguida se nos acerca una mujer a ofrecernos bolsos y relojes. Nos pregunta qué marca de relojes queremos comprar, pero no queremos nada concreto, queremos ver qué tienen y poder elegir viendo los productos si algo nos gusta. Asiente y dice que la sigamos y después de llamar varias veces por teléfono y hacernos cruzar varias calles, aparece otra mujer que saca un reloj del bolsillo del pantalón.
Visto que no nos ha entendido o no nos ha querido entender, pasamos de ella y nos vamos en otra dirección. Pronto vuelven a ofrecernos ventas, ahora bolsos, en un catálogo impreso. De nuevo decimos que no queremos catálogos, sino ver las cosas. Así terminamos encerrados en una trastienda a la que se accede por una puertecita disimulada en el fondo de un local que da a la calle en el que se venden bolsos sin marca. Menos mal que vamos con otra pareja del grupo, porque esta forma de hacer las cosas impresiona. La trastienda está llena de bolsos, imitaciones de marcas tan caras como famosas.
Después de hacer algunas compras en el barrio, tras el consiguiente regateo, buscamos un sitio para cenar en Little Italy, en la misma calle Mulberry, donde cenamos el día anterior. Y no es fácil, porque las terrazas están llenas, y es que hace una noche de sábado maravillosa, pero por fin encontramos un sitito libre y reponemos fuerzas.
Regresamos al hotel en taxi. ¡Qué atasco! Esto parece el centro de Madrid en hora punta.
A la puerta del hotel, esperando al autobús que nos va a llevar a Harlem para asistir a una Misa Gospel me doy cuenta de la bonita imagen que tenemos desde aquí del Edificio Chrysler. Personalmente, su cúspide con motivos art-decó me gusta más que la del Empire.
Como hemos sido muy puntuales y vamos bien de tiempo, pasamos frente al conocido Edificio de Naciones Unidas, donde bajamos unos instantes.
Frente a él, los mástiles de las banderas están vacíos, ya que es día festivo. Los días laborables ondean en ellos multicolores banderas de los países miembros.
A continuación nos dirigimos hacia la Southern Baptist Church (12 West 108th Street) donde acaba de empezar la Misa Gospel. En el piso de abajo están los fieles que acuden a su reunión religiosa. En la parte de arriba, estamos situados los turistas, a los que no nos permiten utilizar cámaras. Los fieles, muy arreglados como si fueran a una boda, celebran su rito como si nosotros no estuviéramos. Cantan, bailan, se agarran de las manos y nos asombran con unas voces maravillosas y un ritmo y una alegría a la que no estamos acostumbrados en nuestras celebraciones religiosas. La hora larga se nos pasa enseguida y, terminada la parte de cantos, dejamos la iglesia mientras los fieles aún continúan con sus rezos.
Estamos en pleno Harlem. La mayoría de gente que pasea por la calle es de color, vestidos de domingo. Ahora vamos hasta la fachada del Teatro Apollo, donde dieron sus primeros pasos artísticos grandes figuras como Aretha Franklin o Michael Jackson.
A continuación vamos a tomar el brunch a Sylvia’s (en el cruce de Malcolm X Boulevard con W 126 street). El brunch es una mezcla de desayuno y comida que se hace los domingos. Este establecimiento es muy popular. A los postres una pareja de cantantes negros nos cantan algunas de sus canciones y ofrecen después su DVD para la venta.
Seguidamente visitamos la inacabada Catedral de Saint John the Divine (San Juan el Divino) en Amsterdam Avenue con la calle 112, de techos increíblemente altos y luego, cerca de aquí, en la misma avenida con la calle 116 entramos en el campus de la Universidad de Columbia, una de las más antiguas y prestigiosas de Estados Unidos, donde estudió inglés Federico García Lorca durante su estancia en esta ciudad entre 1929 y 1930. Hay una fotografía del poeta en este campus, sentado en el pedestal de una escultura redonda. La escultura ha desaparecido, pero aún podemos sentarnos en el pedestal. Los estudiantes, celebrando el día caluroso y festivo, toman el sol tumbados en el césped o sentados en la escalinata que lleva hasta el elegante edificio de la Low Memorial Library, alrededor de la estatua “Alma Mater”.
Aprovechamos la tarde veraniega regresando a Central Park. Nos bajamos del autobús frente al edificio Dakota y cruzamos el ya conocido Strawberry Fields. También hay mucha gente hoy alrededor del mosaico Imagine, dedicado a John Lennon. Lo han adornado con flores, fresas y caramelitos de colores que forman el símbolo de la paz. Es increíble que con lo grande que es este parque, parezca estar lleno. Hay muchísima gente por todas las zonas por las que pasamos hasta llegar a la fuente y al lago. Unos patinan, otros corren, otros pasean, otros montan en bicicleta, otros duermen o descansan sobre la hierba, otros meriendan. Un chico toca el saxofón, otros le escuchan, otros reman en las barquitas del lago, otros toman fotografías, otros se besan. Los espectáculos callejeros se suceden. Todos los habitantes de Nueva York estos días parecemos habernos concentrado aquí.
Sin embargo, más tarde comprobamos que otras zonas de la ciudad parecen estar igualmente llenas.
Seguimos nuestra ruta en autobús. En el cruce de Central Park West con la calle 59, pasamos por Columbus Circle, junto a la Esfera del Globo Terráqueo frente a las altas torres de cristal del Warner Center, consideradas las nuevas torres gemelas. En la plaza muchos viandantes descansan sentados en bancos alrededor de la estuatua de Cristóbal Colón.
Vamos a visitar algunos escenarios de películas. Seguimos por Central Park South y en el cruce con la Quinta Avenida, vemos la famosa fachada del Hotel Plaza. Antes de llegar a la entrada principal pasamos frente al Bar The Oak Room, uno de esos bares con glamour y sabor que han llegado hasta nuestros días. Alfred Hitchcock lo inmortalizó en su película Con la muerte en los talones, con Cary Grant como protagonista. Vamos con prisa y no podemos entrar a saborer un café y el ambiente de entonces.
Rodeamos el edificio y pasamos frente a la entrada principal, que da a la Grand Army Plaza. La entrada es todo lo suntuosa que corresponde a un hotel de esta categoría. Porteros de librea dan la bienvenida a los distinguidos huéspedes. Sobre la entrada principal del hotel, se alza el edificio blanco, de 19 pisos.
En la plaza, rodeada de altos edificios, la fuente Pulitzer ofrece un remanso de paz. En lo alto de la fuente podemos ver a Pomona, la diosa romana de los huertos. El conjunto, donado por el editor Joseph Pulitzer, representa a la Abundancia.
Al otro lado de la Grand Army Plaza está la enorme juguetería FAO Schwarz y una tienda también muy grande de Apple, con colas estos días debido al lanzamiento de uno de los nuevos y esperados productos de esta marca.
Nos acercamos hasta el cruce de la Quinta Avenida con la 58 porque, muy cerca de allí, está el escáparate de la joyería Tiffany’s que miraba Audrey Hepburn en la película Desayuno con Diamantes. Hay tanta gente por las aceras que a duras penas conseguimos acercarnos para hacer a toda prisa la foto de rigor.
De regreso hacia el autobús, entramos unos instantes al vestíbulo del hotel Plaza, en blanco y dorado, con alto techo del que cuelga una luminosa araña de cristal, adornado con bonitos centros de flores frescas. Un poco más adentro, el lujoso comedor está preparado para recibir a los comensales. Se respira lujo y glamour en estas estancias.
Ya en el autobús, recorremos la Quinta Avenida hacia el sur, y nos bajamos en el número 1, en el comienzo de la calle. Muy cerca de aquí, al final de un pasaje de columnas blancas y techo verde, hay una estatua de Cervantes. El sitio no es feo, pero la llegada hasta él, con bolsas de basura y maquinaria de obras aparcada, no resulta apropiado para una figura literaria tan importante.
Justo en el comienzo de la Quinta Avenida está Washington Square, una bonita y animada plaza con un gran Arco de Triunfo.
El resto del día es libre, incluyendo la cena. El autobús va hacer una parada en Chinatown para, a continuación, dirigirse hacia el hotel. Nos quedamos en Chinatown, con idea de dar una vuelta por allí y, después, cenar por el barrio italiano. Enseguida se nos acerca una mujer a ofrecernos bolsos y relojes. Nos pregunta qué marca de relojes queremos comprar, pero no queremos nada concreto, queremos ver qué tienen y poder elegir viendo los productos si algo nos gusta. Asiente y dice que la sigamos y después de llamar varias veces por teléfono y hacernos cruzar varias calles, aparece otra mujer que saca un reloj del bolsillo del pantalón.
Visto que no nos ha entendido o no nos ha querido entender, pasamos de ella y nos vamos en otra dirección. Pronto vuelven a ofrecernos ventas, ahora bolsos, en un catálogo impreso. De nuevo decimos que no queremos catálogos, sino ver las cosas. Así terminamos encerrados en una trastienda a la que se accede por una puertecita disimulada en el fondo de un local que da a la calle en el que se venden bolsos sin marca. Menos mal que vamos con otra pareja del grupo, porque esta forma de hacer las cosas impresiona. La trastienda está llena de bolsos, imitaciones de marcas tan caras como famosas.
Después de hacer algunas compras en el barrio, tras el consiguiente regateo, buscamos un sitio para cenar en Little Italy, en la misma calle Mulberry, donde cenamos el día anterior. Y no es fácil, porque las terrazas están llenas, y es que hace una noche de sábado maravillosa, pero por fin encontramos un sitito libre y reponemos fuerzas.
Regresamos al hotel en taxi. ¡Qué atasco! Esto parece el centro de Madrid en hora punta.
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