Icod de los Vinos, Garachico y Puerto de la Cruz

Es nuestro primer día en Tenerife. Éste no va a ser un viaje intensivo de recorrido de la isla ya que, aunque queremos ver lo imprescindible, también se trata de descansar y disfrutar del buen tiempo, tan distinto a la ola siberiana que hemos dejado en la península. Después de un chapuzón en la piscina climatizada el hotel, dejamos Puerto de la Cruz, donde nos alojamos, y ponemos rumbo hacia Icod de los Vinos para ver el famoso drago milenario, que sí es drago pero no milenario. Este árbol aparecia en los billetes de mil pesetas, en los que también podíamos ver los Roques de García, en las cañadas del Teide. Aunque hace años se pensaba que podía tener entre 2500 y 3000 años, actualmente se considera que su edad real está entre los 600 y 800.
Llegamos con el coche hasta muy cerca de la Avenida de Canarias, en la que unas escaleritas nos llevan hasta la Plaza de la Constitución, donde se encuentra la Iglesia de San Marcos y desde donde tenemos una muy buena perspectiva del famoso drago. Enfrente tenemos el parque que rodea al drago, con diferentes especies vegetales y, junto a él, el Mariposario, donde poder ver mariposas de todos los colores y procedencias, pero no vamos a entrar. También desde aquí vemos la cima del Teide, matizada tras una ligera bruma. Hoy hace un día espléndido para haber visitado el volcán pero ¿cómo adivinarlo? Si mañana amanece igual que hoy, ésa será nuestra segunda etapa en la isla. En la plaza, alrededor de la iglesia hay un agradable paseo con árboles y bancos. También hay varios puestos de artesanía, un buen lugar para comprar un original colgante y unas pulseras echas con la semilla del drago.
Desde Icod vamos hacia Garachico. Llama nuestra atención en el camino el Túnel de las Aguas, tunel gruyére que proteje la carretera de desprendimientos a la vez que, con sus más de cien ojos abiertos al horizonte, permite la contemplación del mar y del peñón que da nombre a este pueblo. Gara en guanche es roca y los castellanos debieron de añadirle lo de chico. Dejamos el coche en la Avenida Tomé Cano y paseamos por el caletón junto a las piscinas naturales delimitadas caprichosamente por la lava. Hay pasarelas para caminar entre ellas pero hoy hace aire y el mar está revuelto, por lo que está prohibido el baño y acercarse a ellas.
Comemos en la terraza del Restaurante "El Caletón", con una magnífica vista pero con un servicio bastante deficiente y una espera larguísima y desesperante. A menos que cambie el servicio, no lo recomiendo.
Después de comer paseamos por el centro de Garachico. En muchas de sus casas destacan los típicos balcones de madera de pino canario. Llegamos hasta la Glorieta de San Francisco, donde destaca el ex-convento de San Francisco de Asís y la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, hoy Ayuntamiento y Casa de la Cultura, con tres hermosas palmeras guardianas.
Frente a este edificio, llama la atención el palacio de los marqueses de la Quinta Roja, hoy hotel, que fue prácticamente destruido en la erupción de 1706 pero más tarde reconstruido según los planos originales y, más adelante, la fachada de piedra del Palacio de los Condes de la Gomera, del siglo XVII, con su portada central flanqueada por columnas corintias. Frente a este palacio y junto a la Glorieta, está la Plaza de la Libertad, un buen lugar para hacer un alto en una terraza a la sombra de sus frondosos árboles. Tiene un templete de música cuya parte baja está ocupada por una quiosco-bar.
Continuando por la calle del palacio, llegamos hasta la Iglesia Matriz de Santa Ana, cuyo orígen se remonta a 1520. Fue afectada por la erupción volcánica de 1706 y reedificada entre 1714 y 1721. Finalmente, ha sido restaurada en la década de los 90. Se considera uno de los templos más bellos y ricos de Tenerife, con mezcla de elementos renacentistas y platerescos en su fachada.
Un poco más adelante, al final de una calle vemos de nuevo el mar y regresamos a la avenida Tomé Cano, esta vez junto al Castillo de San Miguel, fortaleza de planta cuadrada del siglo XVI que fue construida para proteger las exportaciones azucareras y vinícolas de los piratas que rondaban estas aguas y que milagrosamente sobrevivió a la gran erupción de 1706 que enterró casi todo Garachico.Actualmente su interior acoge esporádicamente exposiciones de arte.
Nos alejamos del castillo por el paseo en dirección opuesta al caletón, hasta llegar al muelle pesquero, en cuya explanada oscura contrasta la blancura de la escultura "Tensei Tenmoku" (Puerta sin puerta) del artista japonés Kan Yasuda, realizada en mármol de Carrara por encargo del Cabildo Insular de Tenerife e inaugurada en 2002.
Regresamos a Puerto de la Cruz y completamos las visitas del día con un recorrido nocturno, después de cenar, por el centro de esta ciudad en la que nos alojamos.
Bajamos andando desde el hotel hasta el centro. Estamos en lo alto de la montaña, por lo que todo el recorrido es cuesta abajo. Muy cerca tenemos la Ermita de San Amaro, la más antigua del municipio, construída en 1591 por los propios vecinos al no existir por entonces ningún otro recinto consagrado al culto religioso. Casi frente a ella está el Mirador de la Paz, dedicado Agatha Christie, que pasó aquí un tiempo. Durante su estancia terminó dos libros de relatos y en uno de ellos describe con claridad, aunque sin nombrarlos, algunos de esos parajes.
A esta altura se inicia un fuerte descenso que no dejamos hasta llegar a los Lagos Martiánez, que a estas horas están cerrados y oscuros. Junto a ellos, pasamos al lado de un inconfundible Juguete del Viento de César Manrique, que incorporo a mi colección. En 1969 encargaron a César Manrique la remodelación de toda esta zona iniciándose así en 1970 la construcción de Costa Martíanez con el objetivo cumplido de proporcionar a la ciudad una zona de recreo y de baño, ya que no hay en el litoral próximo ninguna playa natural.
A lo lejos vemos una enorme noria iluminada y decidimos llegar hasta ella.
Pasamos junto a la blanca Ermita de San Telmo, del siglo XVIII, dedicada al patrón de los marineros. Continuamos por el Paseo de San Telmo, que va bordeando el litoral, para después recorrer la calle Quintana. En un lateral dejamos atrá la Plaza de la Iglesia, adornada con luces y motivos navideños, presidida por la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Callejeamos hasta llegar a la feria guiados por la música de las tómbolas y el olor a fritos. Más tarde, después de deambular entre los puestos de la feria y probar suerte en una caseta de tiro, caminamos ya cansados hasta la Plaza del Charco. Este nombre le viene de un charco marino que se formaba en el centro, ya drenado y desaparecido. La plaza está muy animada y no resulta difícil conseguir un taxi para regresar al hotel.




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