Figueras

El sueño de un genio

En Figueras no nos detenemos a ver el pueblo, hay que dejarlo para otra vez. Recorremos en un paseo el trayecto entre el aparcamiento y el museo de Dalí. Llegamos al teatro convertido en museo. La fachada sería una de tantas de no ser por las extrañas figuras que lo adornan y que anuncian al visitante que lo que va a ver dentro es especial.
En lo que antaño fuera patio de butacas, nada más entrar, nos recibe una extraña composición: un flamante Rolls Royce negro sobre el que destaca una oronda figura femenina. Tras ellos, una alta columna formada por lo que parecen neumáticos, sobre la que se alza un barco imposible. En las paredes del patio, a cielo abierto, maniquíes dorados nos contemplan a la vez que son contemplados por los visitantes. Al frente, y separado por una enorme cristalera, en el antiguo escenario podemos ver un inmenso cuadro del artista. Sobre el escenario, la enorme cúpula semiesférica de hierro y cristal.



A continuación, recorremos las distintas estancias en diferentes niveles pasando de una obra famosa a otra aún más conocida. Poco tiempo para disfrutar de algunas bellezas como el Retrato de Gala o Leda atómica antes de bajar a la Cripta, donde el artista (Marqués de Dalí de Púbol, 1904 - 1989) descansa eternamente.
Seguimos el recorrido. Es espectacular el Retrato de Mae West que puede utilizarse como apartamento surrealista. Dalí pinto el cuadro en los años 30 a partir de una fotografía de la actriz y, posteriormente, en los 80, lo reprodujo en tres dimensiones para su exposición en este museo. Lo que, desde el suelo, parece un extraño salón, se convierte en rostro al subir por una pequeña escalerita y observarlo concentrado en una especie de lente.
El Marqués juega con nosotros, nos divierte con guiños inesperados, como cuando nos hace entrar en una boca abierta al acceder a una de las estancias, tras subir por la escalera. Ingenioso y excéntrico Dalí.
Vemos después otras obras conocidas como “Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis verdaderos espejos” o Galatea de las esferas. Cada obra esconde un universo, una historia desbordada de excesos y creatividad que Dalí supo modelar a su manera y para su deleite, como los elocuentes relojes blandos o cualquiera de los miles de detalles geniales que componen sus obras.




Dejamos sin ver la exposición de joyas, que seguramente merecen mucho la pena.
Nos vamos de aquí con la sensación de que nos dejamos tanto por ver y por apreciar pero, como siempre, el tiempo es limitado y si no nos ponemos en marcha, llegaremos tarde a Portlligat. Las entradas están reservadas con hora y si no somos puntuales, perderemos la reserva y la oportunidad de hacer la visita.



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